CHAMANISMO: PEQUEÑA INTRODUCCIÓN

Chamán” es una palabra que encontramos en el lenguaje de la tribu Tungust (Siberia) que significa “el que viaja, el que ve, el que sabe. El chamán trabaja con espíritus de otra realidad, en estado de trance, accede a otro Mundo para recabar información para su tribu, adivinación u otras consultas de la vida diaria; para ello recibe la ayuda de los espíritus de esa realidad. Estos espíritus guías pueden tener forma humana, animal, o ser plantas y hasta minerales.

El chamanismo es una espiritualidad vivencial. Sus creencias, tradiciones y vocabulario son diferentes según la zona y la cultura, pero la base es la misma, porque sus practicantes, todos ellos, están compartiendo experiencias similares con el otro Mundo y los seres que habitan allí. La cosmología del chamanismo no difiere de continente a continente. La esencia del chamanismo es universal, pero no todas las formas de chamanismo son las mismas. Y van a tener más sentido si las practicas dentro de un contexto cultural.  Debe estar enraizado en nuestra cultura y nuestras raíces, para dar sentido a tu mundo y reconectarte con el poder primordial, la fuerza de tus ancestros y su protección.

Cuando hablamos de chamanismo, no nos referimos solo a los nativos Americanos o a los siberianos. Mucha gente no sabe que el chamanismo europeo existió y aún existe en nuestros días. La brujería tradicional tiene una gran parte chamánica,  ya que el chamanismo, se encuentra en la raíz de cada tradición espiritual y religiosa. Todos los chamanes podían caer en trance, entrar en estado alterado de consciencia, oír las voces de los espíritus, de las Divinidades y volver a esta realidad con el conocimiento adquirido de ese mundo espiritual, para ayudar a su gente.  En parte es algo más, porque ha evolucionado de sus raíces chamánicas hacia algo diferente.

Los hombres y mujeres sabias del Reino Unido, las y los videntes celtas y nórdicos, los hechiceros griegos, todos ellos tienen sus raíces en el chamanismo. Las creencias básicas y sus prácticas son muy similares al chamanismo que cualquier otra religión o espiritualidad de hoy en día.

Por ejemplo, en la anciana Grecia existió un grupo de practicantes espirituales que los escolares llamaron ‘iatromanteis’ (hombres medicina), palabra proveniente del término ‘aitros’ (sanador) que eran maestros reputados de la separación del alma del cuerpo. Los iatromanteis hacían sus viajes en el espacio y otras dimensiones vea la técnica del trance que llamaban ‘apnous’. Este término normalmente se traduce por Catalepsia. Sobre el retorno del Alma al cuerpo, el hombre medicina relataría el cuento del Vuelo del Alma y contaría cualquier información importante o instrucciones.

El chaman tiene como aliados principales a sus espíritus familiares y guías. Para desarrollar una relación profunda con ellos, es necesario cambiar el estado de conciencia ordinario –nuestro estado normal-  a un estado alterado de conciencia, también llamado  trance o “estado de éxtasis” de la consciencia.

Este cambio lo conseguimos de maneras muy diversas, las más comunes son controlar la respiración (con patrones de respiración rítmicos) o con la repetición rítmica de sonidos como el de las maracas o el tambor; aunque también se puede usar la danza (en la tradición griega las ménades, sacerdotisas de Dioniso, la utilizaban para entrar en un estado alterado total que les permitía tener una comunión con su Dios),  y otros métodos como el ayuno, el dolor ritual, cambios bruscos de temperatura, privación del sueño, la inmovilización,…  Los estudios del antropólogo Michael Harner, han demostrado que solo el 15% de culturas chamánicas han usado sustancias alucinógenas para conseguir entrar en trance, frente a un 85% que usan sonidos. Los estados alterados de conciencia no son únicos de chamanismo o la brujería, muchos místicos, yoguis,… consiguen este estado de meditación profunda desde donde se pueden conectar con otras realidades y los seres que allí habitan.

El viaje chamánico o el vuelo del espíritu como se conoce en la brujería, es tener la habilidad de salir de esta realidad ordinaria a otra realidad, al mundo espiritual. Se considera que existen  tres mundos: el mundo Medio, Mide donde vivimos nosotros, el mundo Inferior y el mundo Superior. El mundo Inferior y el Superior no tienen connotaciones de cielo e infierno, ni negativo-positivo y en ambos mundos habitan seres de ayuda y guías.

El chamán, como la bruja, es un maestro de las dos realidades y conoce sus caminos. Sabe cruzar los mundos y actúa como mediador.

Para entender mejor el chamanismo tenemos que hablar de la concepción del mundo animista. El animismo es la creencia de que todo tiene un espíritu y una conciencia –una alma- des de el microrganismo más pequeño de la Tierra hasta los planetas. Los animistas creen normalmente en el renacimiento y la reencarnación, como otro ser humano, animal, árbol, estrella,… Todo puede ser un Ancestro (en la manera que todo contiene esa partícula proveniente del Big Bang).

Los ancianos honraban a estos espíritus, consideraban los espíritus del lugar (un río, arboleda,…) como protectores y les ofrecían igual nivel de veneración que a las Deidades politeístas. El Politeísmo (creencia en varias Deidades) proviene del animismo y es considerado como un poco más “avanzado”. Los antropólogos dividen estos cultos como el “culto bajo” (animismo) y el “culto alto” (politeísmo).

El chamanismo  nos ayuda a volver a conectar con nuestra esencia y de esta manera recuperar pleno poder sobre nosotros mismos. Nos ofrece técnicas de sanación diversas (ya sean recuperaciones de animal de poder, de alma, extracciones…) y  nos da herramientas para usarlas en nuestra vida diaria y poder modificar los patrones estancados de conductas negativas que nos traen problemas.

También pone a nuestra disposición diversas técnicas de adivinación y otras técnicas oraculares, que nos pueden dar información sobre qué aspectos deberíamos reforzar y cuales deberíamos eliminar para poder avanzar espiritualmente cada vez hacia una vida más llena.

Cambiando nosotros mismos podemos afectar y cambiar nuestras propias realidades.

Autora: Lidia Chalaux

Compartir: