La vida de cada uno de nosotros puede verse como una gran obra de teatro en la cual somos todos los actores y jugamos todos los roles, continuamente creamos nuestros escenarios y representamos esa gran obra teatral bajo la dirección de otra parte nuestra que podemos llamar “el director”.
Ese director es nuestra parte consciente, la que piensa, razona y organiza los personajes para dar a la obra un aspecto acorde a lo que se espera de nosotros, para que el público esté contento y para que los personajes se sientan tranquilos.
No hay nada que nos dé más tranquilidad que saber que tenemos todas las cosas bajo control y funcionando bajo dirección. Sin embargo este teatro, nuestro teatro, tiene otra vida, otra obra, que no es muy lejana de la primera pero contiene otras escenas, otras posibilidades, es la obra que representan esos mismos actores, de noche, cuando el “director” duerme.
En esta obra nocturna los personajes son más libres, se prestan a jugar y a divertirse sin reparos, no le tienen miedo al público, ni a la opinión de uno sobre otro. Y como no hay director la obra puede resultar un poco confusa, difícil de entender, incluso puede entrar en el género de teatro del absurdo. Lo que se pierde en coherencia se gana en originalidad, lo que se pierde en control se gana en creatividad y lo que se pierde en respetabilidad se gana en honestidad.
Entre todos los personajes que forman parte de nuestra psique, existe la “memoria” esa parte que quiere grabar y archivar los sueños o parte de ellos. Pero en contraposición a la memoria, existe otra parte nuestra que se le enfrenta, lo llamaremos el personaje “olvido” el cual obliga a la memoria a soltar esos excitantes episodios nocturnos para que el “director” no se entere de las travesuras de sus personajes cuando él duerme. Y así la vida continúa.
¿Qué podemos hacer con estos montajes teatrales nocturnos? y ¿Cuál es la utilidad de intentar comprender sus mensajes? Contestemos primero a la segunda pregunta: Carl Jung pasó toda su vida escribiendo tanto sus sueños como los de sus pacientes para descifrar sus significados, lo citamos como ejemplo y no es el único, S. Freud lo hizo antes que él y muchos otros lo han intentado y siguen haciéndolo, hasta nuestros días. El hecho es que los sueños contienen mensajes y esos mensajes son importantes. Son tan importantes que a veces el sueño se repite una y otra vez en un intento desesperado por pasar a la consciencia.
Fritz Perls, el creador de la terapia gestáltica enfocó el trabajo con los sueños de una manera bastante original, pensó que el propio soñante era la persona más indicada para entender su propio sueño y en lugar de proponerse descubrir una especie de catálogo de significados, diseñó una técnica mediante la cual se facilita que el propio soñante caiga en cuenta de lo que los sueños tratan de decir. Con esto contestamos la otra pregunta. Los sueños pueden ser entendidos por el soñante, con la ayuda del terapeuta el cual se convierte en una especie de facilitador.
Todo esto que hemos presentado hace pensar que el consciente no desea dar espacio a esos mensajes, como antes dijimos, el “olvido” se enfrenta a la señora “memoria”. Algunos, conforme a esta idea, entienden que esos personajes oscuros no tienen nada bueno que decir, que molestan, confunden y además asustan, por lo tanto mejor dejarlos ahí donde están y bien hecho que el señor “olvido” se encargue de ellos. Parece ser que el choque entre la realidad objetiva y el mundo onírico, pone inmediatamente una barrera entre ambos mundos, por así decirlo y es increíble la facilidad con la cual los sueños se olvidan, a veces a los pocos minutos después de despertar ya no están.
Y aquí viene la genialidad de C. Jung, el cual se atrevió a considerar que esos personajes lejos de ser malvados o vergonzosos, tienen otra cara, son sabios, son inteligentes y son a veces la única forma de conectarnos con un conocimiento superior, un orden universal y arquetipo maestro que denominó el “Self”. De ahí que los sueños son una vía, aunque no la única, de hacer contacto con un principio ordenador y comprender desde las pequeñas verdades personales hasta las más grandes verdades universales. Y cuando la verdad llega nuestro corazón la reconoce.
¡Esta es la razón por la cual bien vale la pena el intento de descifrar los mensajes de nuestros sueños!
Autor: Antonio Polito